Una
clasificación simple de los pasteles secos podría establecerse en base a su
dureza.
Podemos
encontrar pasteles muy duros y pasteles muy blandos, con toda una gama
intermedia desde los unos hasta los otros.
El grado de
dureza permite y obliga a trabajar con ellos de distinta forma y, generalmente,
a utilizarlos de forma natural en distintas fases de la pintura.
También es
cierto que, dependiendo del tipo de papel utilizado, la flexibilidad en su uso
puede ser mayor o menor.
Los pasteles
más duros son muy prácticos en la fase del diseño de la composición, y en las
bases iniciales de color o bloqueo de color de las grandes masas de la pintura.
Los pasteles
de dureza intermedia permiten, según el papel, ir superponiendo distintas capas
de pigmento sin saturar el papel de soporte.
Los pasteles
más suaves tienen un alto grado de pigmentación, depositan mucho polvo en cada
aplicación cubriendo rápidamente la superficie, y es preferible utilizarlos en
las fases finales para subrayar detalles y luces.
Por otro
lado, la capacidad de mezclar colores es muy distinta según el tipo de pastel.
Cuanto más suave mejor se mezclan los colores. Cuanto más duro mejor se
perfilan los trazos.
Si estamos
trabajando con un pastel no abrasivo (tipo Mi-Teintes) en el que no se pueden
aplicar multitud de capas sin comprometer la superficie, es preferible, después
de esbozar los trazos iniciales, trabajar con pasteles muy suaves, aplicando
muy ligeramente cada pastel.
Como
siempre, cada uno se encontrará más a gusto con unos u otros según las
preferencias personales y el estilo.
La práctica
es lo único que permite ir determinando que materiales nos convienen o
preferimos.
Cuando se
empieza a trabajar con pasteles, creo que todos hemos tenido un miedo
reverencial a los bastoncillos de pigmento que vienen en la caja. En la mayoría
de las ocasiones los cogemos con cuidado y procuramos que vuelvan a su lugar en
la caja como si no los hubiéramos tocado siquiera.
Con el
tiempo uno se da cuenta de que lo mejor que puede hacer, después de haber
guardado una foto de lo bonita que era la caja, es empezar a partir los
pasteles quitando las etiquetas que tienen.
Es
conveniente guardar esas etiquetas al margen, o crear una hoja con las muestras
de los colores y sus nombres para poder reponer aquello que se va terminando
con el uso.
Dentro del
grupo de pasteles duros podemos encontrar Faber, Nupastel y otros que,
generalmente, se presentan en gamas no muy extensas (máximo unos 90 colores)
con formas rectangulares.
Dentro de
los de dureza intermedia yo colocaría los Rembrandt. Aquí podemos encontrar un
montón de colores, pero yo aconsejaría comprar una caja de tamaño intermedio
(unos 70 colores) e ir complementando con aquellos que nos interesen en función
de las temáticas que se quieran desarrollar (paisaje, retrato,…)
Como
pasteles blandos se pueden clasificar los Sennelier y los Schminke. En ambos
casos las gamas pueden llegar a los 500 colores.
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